Saturday, June 17, 2006

xxx

Primero sintió únicamente el miedo. Después y de a poco fue percibiendo la situación: Molina era un niño y estaba encerrado en una habitación con las paredes cubiertas de empapelado húmedo. Había una ventana abierta, pero estaba enrejada y era imposible huir de ahí. Hacía calor y llovía. Sentado en una cama con la vista fija en el picaporte de una puerta, estaba aterrado porque sabía que esa puerta se abriría en un instante. Pero ese instante por algún motivo se demoraba indefinidamente, aunque conservaba su carácter de inmediato. Tras una sucesión de congelados momentos de pánico que pareció eterna, se movió el picaporte. Molina niño se meó encima. Molina adulto fue despertado por el cálido flujo de orín. Abrió los ojos y dejó la mirada en el techo unos segundos, mientras terminaba de salir de la pesadilla y el corazón dejaba de latirle fuerte.

Prendió la televisión. Eran las siete y cuarto, no había llegado a dormir tres horas. Puso las sábanas en el canasto de la ropa sucia y sacó el colchón al patio para que se secara. Los perros aparentemente sintieron los movimientos y se pusieron a ladrar. Los había encerrado en el departamento del fondo creyendo que era la opción más silenciosa, pero los ladridos se escuchaban perfectamente. Eso estaba mal y empezó a pensar que lo de los perros no había sido una gran idea. Buscó en la alacena y sacó dos paquetes de polenta y uno de fideos. Junto a la polenta echó un kilo de carne cortada en trozos chicos, mucha sal y cuando estuvo tibia y casi lista para servir, echó cuatro frascos de Aseptobrón y revolvió mucho, para que la polenta terminara de enfriarse y para que el jarabe se distribuyera de manera uniforme sin afectar mucho el sabor. Después fue a darse un baño.

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