Tuesday, May 10, 2005

an agony in eight fits

anoche y contra todo pronóstico el programa salió bastante bien, casi redondito salvo por algún tropezón verbal a lo último, comprensible aunque no disculpable por alto contenido de thc y whisky en sangre. después estuve dando vueltas por la “noche cordobesa” y me volví a mi casa como a las seis de la mañana. la noche cordobesa está hecha para mí: un par de esas horas me las pasé durmiendo sentado en una especie de sofá del 990 y no vino nadie a despertarme.
hoy me levanté a las doce menos cuarto, me hice una paja más chau que hola, me bañé y me preparé unos mates escuchando bob marley mientras despuntaba el primer cartucho del día. empecé bien, con “i shot the sheriff”, pero después vinieron “redemption song” y otros dos temas que no pongo los nombres porque son vergonzantemente obvios y sucedió lo que en algún momento tenía que suceder.

dos cosas puedo decir de mi relación con el doberman tuyo que guardo en el armario:
a) le doy de comer lo menos que puedo, pero el hijo de mil putas está enorme, rozagante y feroz. el pelo negro le brilla como si todos los días comiera una bolsa de alimento de esas de cien mangos los siete kilos y medio.
b) soy muy bueno construyendo armarios. pero muy bueno, eh. este aguantó bastante, pero aún lo que más aguanta termina por romperse.

los que saben torturar saben que lo mejor no es empezar de golpe y a lo bruto. los manuales franceses y los de la school of the americas coinciden en que es aconsejable primero exhibir delante de la fuente (es decir, el prisionero) los instrumentos de tortura, antes de comenzar el interrogatorio. la contemplación llena de terror el alma y la imaginación hace el resto. consciente de eso, el perro se sienta adelante mío y me muestra los dientes. durante un rato largo. yo trato de no mirarlo y para evadirme, me imagino que viajamos en un avión de federal express y nos caemos en una isla desierta y después de un par de años que yo esté prendiendo fuego para vos y consiguiéndote cocos y la más sabrosa selección de raíces de la isla, vos decidís que la verdad soy muy discapacitado y estúpido y torpe y sin gracia pero relativamente simpático y que al fin y al cabo estás en una isla desierta y no hay otra cosa que yo (si llega a haber una pelota de voley con una mano pintada de rojo la destruyo instantáneamente), pero abro los ojos y no hay isla ni cocos ni la pindonga, está esta habitación fría y el doberman al lado mío.
-las personas como vos deberían estar internadas- me dice el perro como para empezar, y después me hunde los dientes en el cuello y ya está, romeo is bleeding, hew hew que chiste pelotudo.

en fin, sigo adentro de la lata. charlo con mis alucinaciones y escribo mis boludeces y tiro los papelitos por el agujerito ese que hay en la parte de arriba de las latas. menos mal. o no sé, que se yo, la verdad... la verdad es que cuando asfalten frente a casa me voy a poner toda una tarde a pegarme la cabeza contra el cordón de la vereda hasta que todo me importe tres carajos.

ahora que digo eso y totalmente fuera de tema: es todo un arte darle pala a un avión. los aviones en los que volaba mi padre, monomotores entelados (piper pa 11 y similares, yo volé mucho en esos aviones de chico) no arrancaban solos, cuando el piloto arrancaba tenía que decir “¡contacto!”, un mecánico le daba un empujón a la hélice que debía tener la fuerza justa, ni muy leve ni muy fuerte porque si no no arrancaba. mi padre contaba que una tarde un tipo de éstos hizo un mal movimiento y metió la cabeza cuando la hélice ya había dado un par de vueltas. “chac chac se la cortó como una sandía”, decía mi viejo. lo curioso es que el tipo con media cabeza (los diez o quince centímetros inmediatamente superiores al cuello) se las arregló para caminar unos metros antes de caer al piso. yo durante años quedé preguntándome cosas como si el tipo habría gritado, cómo habría percibido el primer tramo del golpe, si el tipo sabría que estaba muerto mientras caminaba, si de la misma manera ese cerebro por ahí todavía vivo y conectado a unos ojos que por ahí por un microsegundo todavía veían se habría dado cuenta de lo que estaba pasando. ahora que escribo esto pienso que capaz mi viejo estaba embromando, hablando al pedo.

escucho un tema de bobby caldwell en un compilado de acid jazz y alcanzo a traducir: “...por favor decime qué es lo que anda mal conmigo”. ajá, está fácil, esa. cinta azul de la popularidad para el que conteste. y le pegue, claro.

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