malbrán era malbrán pero estaba muy gordo. tenía puesta una remera penguin toda transpirada. llevaba una sobaquera de la que asomaba la culata de una pistola 11.25. iban caminando por pasillos de chapa resbaladiza de sangre, orín y mierda de vaca. el interior del matadero era inmenso, muchísimo más grande de lo que parecía por fuera. malbrán lo llevó hasta un pasillo donde las vacas, alineadas, esperaban pacientemente su turno para ser sacrificadas.
-no puedo entender que la gente se coma a estos hermosos animales, -dijo malbrán palmeando a una vaca en la cabeza. sobre la negrura del ojo se reflejaban las figuras de gabriel y su anfitrión, deformadas por la curvatura.- matarlos es un trabajo muy triste, enloquecedor. el constante ruido de los cuerpos golpeando este odioso piso de chapa...
-y por qué no se busca otro trabajo.
-yo ya tuve otro. era artillero de cola, pero los artilleros de cola mueren muy rápido. éste es un trabajo más seguro, dentro de todo. yo tengo una familia que alimentar.
desde atrás, alguien tocó el hombro de gabriel y lo sacudió suavemente.
-despertate, nos vamos.
unos kilómetros pasando makallé, reventaron una cubierta. jorge llevaba el auto a más de ciento veinte kilómetros por hora y no pudo controlarlo, cayeron por la banquina a un bañado y dieron dos tumbos. el auto quedó en posición normal, hundido en el agua hasta un poco menos de la mitad de las ruedas. gabriel se había dado un par de golpes duros en la cabeza, que le dolía bastante. jorge se bajó rengueando. la noche era cerrada. salvo los pasos de jorge en el agua, el único ruido que se escuchaba era el llanto de las ranas. se había golpeado muy fuerte el brazo derecho y no lo podía mover. se paró frente al auto. iluminado por los faros todavía encendidos, se podía ver una nube de mosquitos a su alrededor. los espantaba con el brazo izquierdo, o trataba de aplastarlos, moviéndose en desequilibrio, como una especie de pequeño king kong mutilado.
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