Monday, November 08, 2004

aviones, víboras en sri lanka, j.g.ballard


en mi juventud supe dejar mis huellas en la historia aeronáutica local preparando las especificaciones para tratamientos térmicos de componentes de aluminio y aceros especiales para el por entonces llamado ia 63 pampa. corrían los últimos días de la fábrica de aviones en manos estatales y se estaba haciendo un desesperado (ahora a la distancia, cómico) esfuerzo para venderles el pampa a los norteamericanos. la fábrica ya era una debacle (¡habían llegado a contratar mis servicios!) y mucho del tiempo lo pasábamos intentando que nos pagaran y hablando al cuete en la pista, viendo despegues y aterrizajes.

por ésa época un ingeniero que trabajaba conmigo había vuelto de un viaje a sri lanka con otra gente a vender no sé si dos o tres pucará (parece que en sri lanka había gente haciendo bien las cosas y el gobierno para solucionar eso estaba comprando aviones contra insurgencia). y en una de esas charlas al lado de la pista me contaba que en el patio del hotel siempre había unas enormes serpientes, de colores muy llamativos, tomando tranquilamente sol. esto le había parecido una forma algo exótica de decoración. le preguntó a un empleado sobre cómo se les había ocurrido poner esos hermosos bichos ahí, y cómo se las arreglaban para que no escapasen, porque estaban en libertad. el empleado se rió y le dijo que esas víboras estaban ahí porque iban nomás, y que no se le ocurriera acercarse, porque eran venenosísimas. los tipos habían ido a vender armas y a la tarde, en short y ojotas al lado de la pileta, tomaban sol en compañía de serpientes venenosas.

hay un relato hermoso de james graham ballard. no me acuerdo el nombre, está en un libro que se llama “el hombre imposible” y que no encuentro en medio del caos que es mi casa. el tipo tiene fiebre (se quebró una pierna en medio de la selva y la infección está tomando su cuerpo) y se sienta todas las tardes a tomar whisky y a mirar a miles de serpientes que se reúnen en el pantano cuando cae el sol. las serpientes se reúnen aparentemente para nada, permanecen juntas hasta que el sol se oculta, y luego se dispersan nuevamente. el tipo piensa en esas serpientes acudiendo a la misma cita durante millones de años, desde cuando no eran serpientes sino animales más antiguos, mientras la fiebre lo consume. esto que estoy poniendo es una boludez pero el cuento es sublime.

un libro de ballard que sí tengo a mano es “playa terminal”, y el cuento homónimo habla sobre un hombre que vaga entre los restos de una isla para pruebas nucleares:

“5 de agosto. encontramos al hombre llamado traven. una rara figura andrajosa, que vive oculta en una casamata en el interior abandonado de la isla. sufre de desnutrición e insolación, pero no se da cuenta. en verdad no sabe nada de lo que pasa en el mundo, a su alrededor...
afirma que vino a la isla a llevar a cabo algún experimento científico –que no menciona- pero sospecho que entiende sus propios y verdaderos motivos, y la posición única de la isla. (...) tiene la mirada de los posesos. yo diría que no es el primer visitante de la isla, y que no será el último.”

grande traven, del que se sospecha “entiende sus propios y verdaderos motivos”.

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