Tuesday, November 30, 2004
duarte levantó las fotocopias del libro de números que le había dado bevilaqua.
-uh, vos también tenés estas boludeces... mi mujer es evangelista ¿vos sos evangelista? no parecías.
-me lo prestaron.
duarte sonrió.
-mi mujer me vive hablando de la biblia y algunas cosas me quedan:¿vos sabés porqué los judíos no entraron a canaán al comienzo y pasaron en cambio cuarenta años en el desierto?¿ya leíste esto?
-no, todavía no.
-porque vieron muy grandes a los habitantes y les tuvieron miedo. cuarenta años cagándose de hambre y sed por el miedo. no me parece un gran negocio, y los judíos lo tenían a dios de su parte. ¿vos cómo te ves ahí?¿está dios de tu lado?
cetarti hizo un gesto vago.
-es una metáfora. qué se yo.
-cetarti y su pistolita 11.25 perdidos en el desierto, entonces...
duarte volvía a adoptar ese tono condescendiente que tan incómodo lo ponía. cetarti tuvo vergüenza, se sintió un usurpador indigno de ese agradable peso en la parte de atrás de su cinto.
-mirá gabriel, sin dios la cosa se pone jodida. y la jodida verdad es que dios no existe. y si dios no existe, no es cosa de meterte así nomás en el desierto. lo más probable es que seas pasto de los bichos antes de que puedas mojarte las patas y saciar tu sed en el jordán.
duarte volvió a poner las fotocopias sobre la mesa. sonrió y de nuevo la visión de la gigantesca dentadura le provocó un escalofrío.
-para seguir con el tono bíblico: gabriel, dame bola. yo soy la zarza ardiente de esta historia. en el desierto esa pistola no te sirve de nada.¿vos estás parando en otro lado o vivís acá?
-acá
-es un asco esto, cómo podés vivir así...
se asomó al dormitorio y lanzó un suave silbido de admiración. se volvió hacia cetarti y divertido, lanzó una risita siniestra. arqueó las cejas y movió negativamente la cabeza, mordiéndose el labio inferior.
-pibe, vos tenés que haber hecho algo muy grave...
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