en el momento en que escribo esto acaban de hacer tres horas desde que volví a este lugar. desde que salí de buenos aires la tristeza se me subió arriba como un hipopótamo con fiaca. y la sincronicidad enmarcándolo todo: el cruce varela ya es un lugar deprimente de manera intrínseca, pero la lluvia lo empeoraba. el asiento que me tocó en el colectivo estaba diseñado para personas de un metro veinte de estatura y el aire acondicionado funcionaba en modo vieja rompequinotos que se queja de que hace mucho frío. cuando llegué a córdoba hacía un calor húmedo, gelatinoso. tuve que recorrer ocho cajeros automáticos (separados por veinte cuadras entre ellos) para conseguir uno que anduviera o tuviese dinero. tengo la sensación de que estoy condenado a esta ciudad. cuando me muera me van a enterrar y arriba me van a poner una receptoría de la voz del interior.
mientras no estuve acá la pasé bien (un par de veces incluso muy bien) pero eso no lo cuento porque soy un escritor torturado y porque seamos sinceros, el bienestar ajeno es muy poco interesante. mientras escribo esto escucho jimi tenor: “…my mind is an open book for you honey, mi mind is open…”. qué carajos les importa, tienen razón. a ver, mh, entonces... más abajo les muestro unas fotitos que saqué en el cementerio de sáenz peña, corazón de las tinieblas chaqueñas.
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