Monday, January 17, 2005


Al volver, se encontró con que la puerta de la casa estaba entreabierta. Entró. La voz le advirtió al mismo tiempo que él se daba cuenta: “Hay un hombre mirando los armadillos.”. El hombre levantó la vista del frasco y sonrió. Tenía alrededor de sesenta años y un aspecto descuidado, con los bordes del cuello de la camisa sucios y unos pantalones tres números más grandes.
-Disculpe, vi la puerta entreabierta y creí que había regresado el anterior ocupante de la casa.
Le tendió la mano.
-Soy Gómez, un amigo de Jorge, el hombre que vivía acá. O vive, no sé, porque éstas siguen siendo sus cosas.
-Vivía. Murió hace tres meses. Ahora estoy yo.
-¿Qué le pasó?
-Tuvimos un accidente de auto. Volcamos y yo quedé atrapado dentro del coche. Él subió a la ruta a pedir ayuda y lo atropelló un camión. Yo soy Gabriel, soy el hermano de Jorge.
- Ah, le veía un aire en el rostro... Yo tenía algo para decirle a Jorge, pero creo que el mensaje es para usted. Me asusté mucho cuando vi este frasco con armadillos. Son crustáceos, como el cangrejo.
-Como el cangrejo y la centolla. Armadillium Vulgare.
- Son siniestros. Yo crío gorgojos. En algo parecido a este frasco. Les pongo pan de salvado y unas gotas de agua y ellos hacen su vida entera ahí. A usted le convendría criar gorgojos. Hay que comérselos vivos, cuatro a la mañana y cuatro a la noche. Son buenos para usted. Usted tiene el cangrejo dentro y los gorgojos ayudan a tenerlo a raya..
-¿Qué cangrejo adentro?
-El cangrejo malo. Cáncer. Usted vive sólo, ¿no?
-Sí.
-Entonces es usted. Usted tiene cáncer. Vine a esta casa a avisarle al que vivía acá que tenía cáncer. Por eso me asusté cuando vi ese frasco con armadillos. La enfermedad estaba ya en la casa. Pensé que se trataba de Jorge.
Cetarti se quedó en silencio. Gomez volvió a señalar el frasco de armadillos con la cabeza.
-Le debería interesar la crianza de gorgojos. Alcanza con unas pocas gotas de agua y pan de centeno. Son buenos para el cáncer. A mi me gusta levantarme a la mañana y mirar mis gorgojos. No descansan nunca, todo el tiempo comiendo pan negro. Son más entretenidos, estos armadillos lo único que buscan es un escondite. Los gorgojos son más parecidos a las vacas, se dejan ver. Y combaten el cáncer. Cuatro a la mañana y cuatro a la noche. Le aconsejo que se deshaga de estos...asquerosos crustáceos. Y se consiga unos gorgojos. Yo tengo, le puedo traer.
Cetarti se estremeció.
-Veo que comienza a entender lo que le estoy diciendo.-dijo el viejo.- No tiene sentido este frasco con armadillos. No debe acompañar a la enfermedad. Debe combatirla.
Se hizo un corto silencio.
-El cangrejo es un pariente de sus crustáceos. ¿Qué sentido tiene alimentar a los parientes de su enfermedad?¿Qué resultado espera conseguir con eso?¿Alguna clase de indulgencia?. Olvídelo. El cangrejo no es indulgente.
-No los alimento.- dijo Cetarti avergonzado- Los estudio.
-Yo vivo en la casa de piedras lajas al lado del almacén. Hablo en serio con lo de la enfermedad. Pase a verme y le doy unos gorgojos. De vuelta, mil disculpas por entrar. Digo en mi favor que la puerta estaba entreabierta. Ponga cuidado con eso, también.
El hombre se despidió con una sonrisa triste y salió silenciosamente por la puerta. Centarti lo siguió y cerró con llave. Agarró el frasco y lo alzó frente a sus ojos. Los armadillos estaban enroscados sobre sí mismos.
-Tengo cáncer –dijo la voz

Los siguientes días fueron ocupados en una investigación continua en busca de la carne venenosa. Dos o tres veces al día, estirado sobre el piso, recorría durante horas su cuerpo con los dedos, a la pesca de cualquier bulto o sensación anormal. Con la ayuda monótona de la voz, se sumergía en largos viajes a través de los órganos, patrullando. No logró ubicar el lugar donde se enraizaba el cangrejo. Pero sentía una presencia extraña dentro suyo. En el transcurso de las exploraciones, la voz lo había definido como “un interés contrapuesto”. No lo asustaba la idea del cáncer, sentía curiosidad por esa contravida que había fijado residencia en su cuerpo. La voz también había dicho “un calamar”. Ésa era una pista, probablemente, sobre su forma. Se imaginaba una mancha rosada, ocho brazos y dos tentáculos metidos en su carne, con un colgajo muscular en el centro, adornado con dos ojos que no eran fosforescentes, sino de un negro profundo y glacial. Después y sin mayores descubrimientos, abandonó la búsqueda y decidió esperar a que la entidad se manifestase.

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