Sunday, March 05, 2006

después de todo, nos interesan más nuestras necesidades que la lógica


“horacio, para figurar lo imposible, habló de cisnes negros. mientras pulía su verso, tenebrosas bandadas de cisnes surcaban los ríos de australia. horacio no pudo adivinarlos, pero si hubiera tenido noticias de ellos, habría sabido que tres y cuatro de esos lóbregos seres daban la cifra siete” (j.l. borges)

sabiduría popular: “ellos eran muchos menos/y los baldamos a palos/que dios ayuda a los buenos/cuando son más que los malos”

después de volver de brasil estuve unos cuantos días leyendo boludeces, tocándome las partes, mirando el techo y comiendo como un animalito. un domingo a la mañana decidí que había sido suficiente molicie y era hora de empezar a mover un poco el culo. entonces me puse mi jogging y la remera más cochambrosa que tenía (me costó un poco la selección, porque dispongo de aproximadamente una treintena de remeras sucias), y alrededor de las nueve de la mañana salí caminando despacito para el costado del estadio chateau carreras, prendido el acostumbrado troncho para favorecer la “concentración”.
cuando estoy pasando el vado viejo (foto, la saque hoy porque ese día no llevaba el telefono, el auto estaba mas o menos a la altura del arbolito), veo que más o menos a cien metros, en el medio del pasto hay un torino azul fusiladísimo y dos tipos al lado que me gritan y me hacen señas. aparentemente lo que me pedían es que los ayudara a empujar el auto. me hizo muy poca gracia pero como no tengo carácter (y no tenía nada que me pudieran chorear) me puse ventolín y fui. vistos de cerca los tipos daban miedo, pero como yo estaba a esa altura bastante de la cabeza me causaron gracia, me cayeron simpáticos. estaban, mínimo, en un pedo tremendo. un flaco alto, medio rubión, que me sonreía como si yo fuera una aparición divina (le faltaban como catorce dientes) y un morocho con camiseta de belgrano manchada con fernet y mirada torva, aunque también sonreía. les costaba hablar, se reían solos. me dijeron que una de las ruedas se había metido en un pozo y que se estaban cagando para sacar el auto de ahí. me señalaron el pozo (como máximo quince centímetros de profundidad). me apoyé en el baúl del auto y lo empezamos a balancear para adelante y para atrás. de repente, noto que a medida que el auto se sacudía, en la butaca del acompañante de adelante alguien se caía para un costado. no se caía como un borracho que, viste es más como si se doblaran, como si no tuvieran huesos. no. esto se caía rígido, para un costado, y no de golpe sino como digo, cada vez que sacudíamos el auto. a medida que fue apareciendo ví que tenía una camperita azul y corte de pelo carré, color caoba medio furioso. hasta que sacamos el auto del pozo tuvo tiempo de desviarse de la vertical unos cuarenta y cinco grados, sin que se notara ningún esfuerzo por recuperarse. y repito, completamente rígido, como un maniquí. los tipos me agradecieron de una manera exageradamente festiva, me palmearon la espalda y yo me retiré lo más rápido que me salió. mientras me alejaba, los veía que seguían empujando el auto en medio del pasto hasta desaparecer debajo del puente. raríiiiiiisimo.
en fin, como diría el prócer carlitos balá, ésa es la aneda. nada extraordinaria, como mucho un poco inquietante.

ahora que digo carlitos balá, me acuerdo de la vez que le pedí un autógrafo a balá. yo salía de la galería bond street, y caminando por santa fe lo veo. estaba en un mercedes benz modelo circa 1979, con la puerta abierta y los pies apoyados en la vereda, hablando con un tipo. yo me acerqué y le pedí un autógrafo. como no, me dijo, tenés pibes. “no, por suerte”, le dije. el tipo vaciló un poco y me autografió una foto auspiciada por tempero, que ya tenía impresa su firma y abajo traía la receta de no sé qué comida. la firma impresa y la que me hizo tienen el mismo tamaño y el mismo color así que hasta el día de hoy no sé cual es una y cual es otra.

y lo de la sonrisa desdentada; una de mi amigo daniel garutti, hace ya unos años: “fuimos con jubilado y el negro vega a un baile en atenas, tocaban los chicos orly. había doscientas personas y creo que contamos setenta y cinco dientes, culeaaadoooo.”

chistecito: ¿que estaría haciendo elvis si estuviera vivo? ¡arañando el ataúd! ha ha ha, vieron que no soy tan amargo, chau putos!

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