anoche me llamó mi madre por teléfono. eran más de las doce y yo estaba empezando a dormirme, había tenido un día bastante agotador y lo había rematado con cuatro horas de estadística (la única frase que me llamó la atención de toda la clase fue “¿y cómo relaciono la esperanza con la desviación?”). en la computadora estaba escuchando throbbing gristle, “the second annual report”, un clima medio tenebroso. y mi madre me llamó para estrenar mi celular. dentro del telegráfico intercambio de noticias familiares, me contó que el hijo de una prima tiene el mismo problema que tuve yo cuando era chico, que le sangran las manos. me sorprendí, yo no me acordaba de eso.
-cuando. a mí nunca me sangraron las manos.
- sí. vos capaz que no te acordás pero es raro que no te acuerdes, fue cuando empezaste la primaria. se te cuarteaba la piel de las palmas de las manos y te sangraban. para colmo como te picaba vos abrías las manos y se te ponía peor. yo primero pensé que tenías lepra. no te rías, en esa época había lepra en el chaco. todavía hay.
le dije que se confundía, que capaz le había pasado a mi hermano jorge.
-eras vos. yo tengo fotos tuyas de guardapolvo y con las manitos todas vendadas. vos nunca las viste, me parece. te las había sacado j. [una tía mía] me las dio el año pasado no, el otro.
- y qué pasó con eso, yo tengo las manos normales ahora.
-te llevé a un dermatólogo, te las curó, pero anduviste unos meses con las manos vendadas. que raro que no te acuerdes.
después seguimos hablando de cosas, me contó un par de películas que había visto. y que ahora está leyendo un libro sobre apariciones de la virgen.
colgué y me quedé mirando el techo hasta quedarme dormido. en esos segundos de entresueño, la imagen que tenía ante mí era a mí mismo a los seis años: una superposición de capas de grasa con la mirada triste y las manos sangrantes. no lo veía como una foto, que es el registro congelado de algo que puede estar moviéndose. lo veía como la filmación de algo que está quieto, tan quieto que parece una foto, hasta que algo cambia de posición: capaz la hoja de una planta movida por la brisa, una mosca que se cruza frente a la cámara.
ahora que escribo esto me acuerdo de un poema de raymond-el-más-grande-de-todos:
“su cerebro es un desván donde
se guardan cosas durante años y años
de vez en cuando su cara aparece
en las ventanitas junto al techo de la casa
el rostro triste de una persona
que encerraron y se olvidaron de ella.”
hew hew hew, “yo tengo las manos normales, ahora”, dije.
como llueve, hoy no vamos a la villa. estoy escuchando eric satie y preparando el programa de radio. no me anda el módem para bajar las fotos a la pc, qué embole.
mi vida no es nada que no curen cincuenta años de alcoholismo.
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