-Sólo algunos se alimentan de sangre –le estaba diciendo el murciélago a Cetarti. –La mayoría de nosotros come insectos. Somos animales tristes que volamos de noche.
El murciélago colgaba cabeza abajo y hablaba con una voz finita y granulenta. La pequeña boca se abría muy poco al hablar, pero lo suficiente para dejar entrever un fino par de colmillos.
-Estoy ciego. Vivo de comer insectos. Ahora nos están envenenando. Estamos muriendo de a miles.
Cetarti se sintió culpable y trató de ensayar una excusa.
-Es por el tema de la rabia. Ustedes y los perros...
-No todos tenemos rabia. No todos chupamos sangre. La mayoría de nosotros se limita a volar de noche en un mundo que nunca vamos a conocer sino por sus reflejos. ¿Por qué nos están matando?
Cetarti no tenía una respuesta. Quiso poder convertirse en murciélago, colgarse al lado de su interlocutor y esperar la muerte. Se escuchó diciendo unas palabras que no llegó a entender.
-Lo mismo es injusto-le respondió el murciélago-. Nos matan a nosotros, pero fíjese: el que tiene la boca llena de sangre es usted.
Quiso contestar pero notó que efectivamente, al abrir la boca la sangre se desparramaba por su mentón y manchaba una camisa blanca que traía puesta.
-Se da cuenta de lo que le digo- dijo el murciélago.
Abrió los ojos. La casa estaba a oscuras y de no ser por el rasguido de las patas de algunas cucarachas, en silencio. Miró la hora: eran las dos de la mañana. Permaneció un rato inmóvil, con los ojos fijos en el techo. Lo habitaba una gran incomodidad.
después de esto, cetarti sale a caminar y se enfrenta a tiros con canas y empleados de la perrera para salvar a unos perros cuyo destino es la cámara de gas (en la ciudad hay una epidemia de hidrofobia y la municipalidad está matando perros y murciélagos). se escapa en la camioneta y lleva a los perros a su casa para cuidar de ellos. como siempre, no hay reflexiones metidas en el asunto. pero ahora no puedo escribir nada más.
a la rabia le pusieron “hidrofobia” porque en un principio se pensaba que uno de los síntomas de la enfermedad era el rechazo al agua. pero los perros rabiosos no rechazan el agua. tienen la garganta tan cerrada que no pueden beber porque el agua no pasa. la conducta desesperada de los perros viene de la sed. está el deseo (la necesidad), está el agua. pero no pueden beber. la conducta de los perros rabiosos es consecuencia de la sed, la desesperante sed.
ayer tenía terapia, pero llamé para cambiar de día. tengo que ir el viernes. tomo nota de las siguientes cosas para charlar:
1/ inapetente en el terreno sexual. lo mismo intento algunos movimientos, no sé a santo de qué mierda. por un lado, está bastante claro que les gusto a las chicas. Pero cuando alguna me gusta y el asunto relativamente se encamina digo o hago algo que la hace retirarse amablemente y supongo, un poco asustada. estoy hablando sólo de garche. cuando el tema me interesa más seriamente, la cago más seriamente. las proporciones las respeto.
2/persistente sensación de ajenidad a la especie. síndrome de monstruo de la laguna negra.
3/estoy llegando al extremo de que ya no soporto ver a gente besándose. no veo pornografía porque me molesta ver gente cogiendo. las raras veces que veo televisión, no puedo soportar un programa en el que los personajes tengan conflictos derivados del ejercicio sexual (para colmo, ahora está lleno). lo único que miro son documentales sobre aviación o cuando engancho algo en el animal planet sobre animales extraños (dragones de komodo, cefalópodos abisales, medusas gigantes). lo más parecido que soporto a algo protagonizado por seres humanos es “american chopper” en people+arts, sobre un padre e hijo que se putean mientras arman motos choperas.
no escribo esto para que pongan algun comentario de que soy un pelotudo y etc etc etc. no estoy triste ni necesitado de consuelo fácil. hoy no hay chiste, amigos. otro día, capaz.
Thursday, February 24, 2005
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