Monday, February 07, 2005


“pulsó una de las teclas que tenía enfrente y apareció una forma en la pared del taller, una imagen gris sin nada en lo que enfocar la atención excepto tres fotografías ampliadas, colocadas una encima de la otra. en ella aparecían tres gigantescas criaturas marinas, cada una notablemente parecida a la siguiente en su funcional y fusiforme silueta. félix las dejó a la vista durante un rato antes de hablar.
-esto podría decirse que es parte de la gran pieza de caza que he estado acosando durante cuatro años. ¿sabes lo que son?
-¿tiburones? –preguntó anna.
un avión rugió sobre sus cabezas. la casa vibró y la imagen de la pantalla se estremeció y resquebrajó, convirtiéndose en un laberinto de líneas y puntos. cuando volvió a cobrar forma y el ruido desapareció, félix dijo:
-el de arriba es un tiburón. el siguiente una marsopa y el de abajo es un ictiosaurio. todos tienen un aspecto muy parecido: son excelentes ejemplos de convergencia; sin embargo uno es un pez cartilaginoso, el otro es un mamífero y el tercero un reptil extinguido. interiormente, no se parecen en absoluto.
(...)
-eso no puede decirse que sea un descubrimiento, papá. se sabe desde hace mucho tiempo.
félix dejó caer la cabeza y los hombros al mismo tiempo. anna temió que fuera a estallar en uno de sus demenciales arrebatos. cuando volvió a levantar la vista tenía el rostro contraído por la ira, tanto que ella apenas lo reconoció, como si hubiera sufrido una transformación jeckyll/hyde. habló con cierta calma:
-no crees en mí, estúpido vegetal... ten por lo menos el juicio de acabar de escucharme cuando trato de explicarlo todo en lenguaje profano y por analogía. lo que quiero decir es que hay criaturas tan extrañas como los reptiles extinguidos que se pasean por el planeta, bajo la misma forma de los hombres.”

“donde las líneas convergen” es una novela corta de brian w. aldiss que me pareció bastante pedorra. pero esto está bastante bueno, ¿no?. o capaz que como habla de mí, me parece interesante. puede ser eso.

el sábado tomé merca por primera vez. no me hizo nada, pero al rato ya estaba tratando de comprar. las personas como yo deberíamos ser encerradas por nuestra propia seguridad.
“deberíamos ser encerrados”, dice el tipo, alegremente agarrado a los barrotes y vestido con el típico uniforme a rayas.

el domingo corría por los alrededores del chateau. lloviznaba fuerte y yo estaba empapado. me dejaba llevar y marcaba cada paso con la misma palabra: “consuelo, consuelo, consuelo, consuelo...”
ahora voy a almorzar: un vaso de coca con mucho hielo y tres galletitas express. con su permiso.

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