vivo en una casa abandonada. la decoración interior me recuerda la vez que visité el mausoleo de miriam stefford en alta gracia. eso es lo mínimo que puedo decir, para empezar.
una simpática de esta situación: para leer sentado en el inodoro, dispongo de pilas, cientos de polvorientos selecciones del reader´s digest, de la gente que vivía antes. en una época me propuse leerlos en el orden en el que estaban apilados, pero esto requería de cierta disciplina que me resultó imposible. ahora, unos setenta u ochenta de los libritos forman un túmulo en un rincón del baño y son consultados cíclicamente y al azar.
las pelotas y la mississippi son hoy por hoy las dos únicas bandas nacionales por las cuales pagaría una entrada. “abejas”,un temazo de las pelotas:
sabés que siempre he sido amigo/ de guardar lo del corazón/ que casi siempre armo líos/ que después lloraré/ abrázame que te lo pido/ abrázame que tengo frío.
los hermanos collyer, otros aventureros:
el 21 de marzo de 1947 la policía recibió una llamada informando que había olor a podrido en la decadente casona del 2078 de la quinta avenida. era imposible abrir la puerta, y para entrar debieron utilizar un ariete. era imposible llegar a las escaleras porque toda la planta baja estaba ocupada por un océano de basura. tuvieron que llamar a los bomberos para entrar al segundo piso por una ventana. allí, rodeado de pilas y pilas de basura y diarios viejos, encontraron el cadáver descompuesto de homer collyer, 63 años, ciego y paralítico. sabían que homer era cuidado por su hermano, pero ¿dónde estaba éste?
hijos de un doctor neoyorquino, homer y langley collyer crecieron en el barrio de harlem. homer se recibió de abogado y langley era un encantador ingeniero y concertista de piano. sus padres se separaron en 1909 y los hermanos se quedaron en la casa con su madre, quien murió en 1929. homer perdió su vista en 1933 y quedó paralitico unos años después. langley se hizo cargo de su cuidado y pensaba devolverle la vista a su hermano haciéndole comer naranjas, más de cien al día (“recuerda , somos los hijos de un doctor”). de a poco dejaron de pagar las cuentas y durante décadas vivieron sin calefacción ni luz eléctrica. langley cocinaba en una estufa a kerosene, y sacaba el agua de una canilla que había en un parque cercano. por las noches, recorría nueva york recolectando cosas de la basura. se volvió una incansable rata acopiadora. guardaba los diarios porque su hermano se querría poner al día con los acontecimientos cuando recobrara la vista. la gente fantaseaba que en la casa había una fortuna increíble (“les digo, ellos son ricos” “la casa entera está llena de dinero”), pero de hecho lo único que había era la basura fruto de las excursiones nocturnas de langley. era tanta que sólo dejaba lugar para unos laberínticos pasillos. como en más de una ocasión intrusos habían asustado a los hermanos, langley llenó la casa con rudimentarias trampas cazabobos que soltaban basura arriba del que las accionara.
antes de llegar a langley, la policía tuvo que retirar ciento veinte toneladas de desperdicios (que incluían catorce pianos de cola, un ford t desmontado, más de tres mil libros, fonógrafos y máquinas de cine, pistolas y espadas y toneladas de diarios). lo encontraron (o lo que las ratas habían dejado) sepultado por paquetes de diarios. había caído en una de las trampas que él mismo había puesto.
¿quién no?
samuel butler: cuanto mejor “conoce” algo un organismo, tanto menos se vuelve consciente de ese conocimiento.
Friday, December 17, 2004
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