Monday, August 02, 2004

nazi

soy un tipo en general tranquilo. mi mente es pura confusión y oscuridad, pero es muy poco probable que yo le rompa las pelotas a alguien producto de eso. mi temperamento, si bien reticente al contacto, no es en absoluto agresivo. pero como es previsible, por algún lado tengo que saltar. y ese lado es que me pone de muy, pero muy mal humor la gente que tiene autos que hacen ruido. como dios existe pero me odia, en mi barrio nadie tiene un auto como la gente. los domingos a la tarde parecen una escena de cuento de ray bradbury: dos o tres cuadras a la redonda, los tipos salen como hipnotizados hacia sus autos de más de veinte años de antigüedad (r12, peugeot 404, taunus, fiat 128, hay unos duna hechos mierda, también), abren los capots y sumergen sus cabezas en los motores, y aceleran constante pero discontinuamente durante horas. mi vida no va a tener ningún record guiness de trascendencia, pero vos los ves con esa concentración con que atienden el hipnótico subibaja de ruido y te das cuenta que los miles de millones de años de evolución y selección natural han sido un estrepitoso fracaso.
y al peor lo tengo frente a mi ventana. es el dueño de un falcon rojo modelo 1975/77, reventado. el tipo se jubiló hace poco, y de las veinticuatro horas que tiene el día, pasa un promedio de once arriba de ese cacharro precámbrico, estacionado en la vereda con la mirada puesta en el infinito, el motor en marcha y apretando el acelerador. ese hombre no lo sabe, pero está haciendo de mí una mala persona. una usina de maldad, un ferviente lanzador de malos pensamientos. una larva de psicópata incubándose atrás de mi persiana apenas entreabierta.
un día de estos, pienso haciendo rechinar los dientes, voy a salir armado. me voy a colocar al lado de la ventanilla, le voy a apuntar y lo voy a hacer bajar. voy a agarrar a golpes de puño esa tonelada de hierros en desbande hasta que no quede una pieza de tamaño mayor a cuarenta centímetros. luego lo voy a rociar con algún líquido inflamable, le voy a prender fuego y me voy a reír a las carcajadas, definitivamente enloquecido. lejos de enojarse, el hombre adoptará una humilde postura de reconocimiento de su error. magnánimo, le perdonaré la vida.

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